El combate era encarnizado. La ceremonia de ascensión que proclamaría al príncipe como rey se vio interrumpida por una multitud de esqueletos que surgieron de improviso, como teletransportados hacia aquel lugar. Shamsir asestaba golpes con sus espadas curvas a los numerosos seres redivivos que asesinaban a todos los asistentes de la ceremonia. Su habilidad como líder de escuadrón le permitió zafarse de los enemigos para llegar hasta la posición del príncipe heredero, ataviado éste con un manto y una corona real, además de una espada que usaba con soltura para defenderse de sus enemigos. Alrededor del príncipe consiguieron reunirse un círculo de soldados. Todos ellos siguieron la orden de su líder para evacuar la zona y dirigirse a una de las cámaras de palacio. Cruzando la sala ceremonial y llegando hasta una puerta reforzada de metal y oro, el grupo entró en la habitación, escapando del revuelo que había en la sala.

—¿De dónde han surgido todos estos seres? —preguntó Shamsir, mientras resoplaba con fuerza.

—Magia negra, mi comandante —respondió uno de los guardias—. Esto sólo puede ser obra de la bruja Malez. Ella quería ver muerto al príncipe, e hizo un pacto con el demonio para obtener esta magia oscura.

—Puede que el castillo esté infestado de estos seres ahora mismo —dedujo el príncipe—. Una retirada a tiempo es una victoria. A prisa, es mejor marchar hasta el exterior y reunir fuerzas con la guarnición.

Nuevamente, los soldados siguieron las órdenes del príncipe y todos juntos salieron en bloque de la habitación. Al cruzarla, ésta daba a un pasillo exterior de la fortaleza que unía hacia otro edificio adyacente de iguales proporciones; el lado oeste del castillo. Al emprender la marcha y cruzar por el pasillo inundado con la luz de la mañana, a mitad de camino una sombra surgió de improviso y múltiples estacas de hueso atravesaron la formación de los soldados. Una mujer surgió tras la cortina oscura.

—¡Maldita seas! —rugió Shamsir—. ¡Soldados, en formación! ¡No permitamos que esta bruja acabe con nuestro…! —antes de terminar sus palabras, una estaca de hueso atravesó su garganta, ahogándole con su propia sangre.

—¡Shamsir! —gritó el príncipe.

Tras Shamsir, el resto de soldados tuvieron el mismo destino que su capitana. Malez, sonriendo ligeramente mientras se acercaba al príncipe, pronunciaba una serie de palabras con voz queda. El príncipe, lleno de rabia e impotencia, agarró con fuerza su arma y realizó una estocada con todas sus fuerzas en dirección a la bruja. Al ver que el príncipe se dirigía hacia ella, Malez terminó de pronunciar sus oraciones y alzó una mano con un delicado gesto, haciendo que unas gruesas raíces surgieran del suelo para detener la embestida del príncipe, atravesándolo por todo el cuerpo.

—Iluso —le dijo con desdén al llegar a la altura de él; éste apenas podía mover la cabeza y su respiración era entrecortada—. No debiste rechazar mi oferta, pues mi dios es más poderoso que el vuestro. Juntos, tú y yo, podríamos haber gobernado el continente entero. —Acarició el rostro del príncipe—. Eres un necio, Castian.

El príncipe quiso responderle, pero fue incapaz de hacerlo. Con su último aliento, lo único que pudo hacer fue escuchar los pasos de Malez acercándose a la puerta de la fortaleza.