Kaledram ultimaba los preparativos para la batalla. Terminó de introducir las bobinas de energía del último gólem de combate mientras sus compañeros hacían lo mismo. En los últimos meses, un nido de gusanos tóxicos había anidado cerca de su aldea subterránea. Destruían los túneles, impidiendo acceder a las minas de piedras preciosas que tanto valor tenían cuando comerciaban con el exterior. Si seguían permitiendo que aquellos seres continuaran expandiéndose, pronto su aldea acabaría desapareciendo por falta de recursos.

Una alarma sonó por toda la caverna. Indicaba que el grupo de exploración había acabado por asegurar la zona donde se encontraba la madre de los gusanos. El plan era acabar con ella para que dejase de producir crías y las que ya habían nacido se desperdigaran y murieran de hambre. Para lograr el objetivo, el plan requería de reunir a un grupo de cien enanos junto con veinte gólems. Juntos, realizarían un asalto directo contra el nido principal. Kaledram subió al gólem que había terminado de equipar junto con otros cuatro enanos, y todos marcharon hacia la ubicación.

El terreno estaba rodeado por ríos de lava que caían del volcán situado en la lejanía. Los enanos desmontaron de los gólems y las máquinas se pusieron en la vanguardia, todos preparados en línea para un ataque frontal. El nido estaba situado justo delante de ellos, y como si los gusanos supiesen de sus intenciones, éstos hicieron a su vez lo mismo. Hubo un momento de tensión que Kaledram pudo percibir en el entorno, y su mente empezó a divagar. Combatir siempre conllevaba tener miedo al enfrentamiento; no saber si saldrás con vida de ese lugar, si volverás a ver a tu familia y, por último, desconocer si todo aquello acabará en victoria o en derrota. Rápidamente desvió sus pensamientos hacia la idea de que combatía para proteger a los suyos. No era cuestión de cuál iba a ser el desenlace, sino que aquel acto de valentía era el deber de los protectores de la aldea.

Una vez enderezados sus pensamientos, ambos grupos, como si supieran que Kaledram estaba preparado para ello, comenzaron la batalla.

Los gólems de combate comenzaron lanzando una andanada de proyectiles que acabaron impactando con la primera fila de gusanos. Tras esta acción, emprendieron la carrera junto con los guerreros enanos que los seguían por detrás disparando con sus cañones. Los gólems chocaron ferozmente contra sus enemigos, impidiendo su avance y permitiendo que los cañones los diezmaran sin dificultad. Kaledram se situó en uno de los extremos junto con quince enanos más, impidiendo que el enemigo les flanqueara por los extremos y los acabara rodeando. Los gigantes de hierro aguantaron con resistencia las múltiples embestidas que ejecutaban los gusanos gigantes, sin embargo, un par de ellos cayeron ante los ataques constantes. Parte de los enanos se reagruparon y se colocaron en el lugar donde las dos máquinas cayeron, impidiendo el paso del enemigo por la línea de defensa.

Kaledram analizó la situación. Tras un breve análisis, llegó a la conclusión de que eventualmente serían vencidos. Las fuerzas enemigas parecían no acabarse por mucho que dispararan y acabaran con ellas. Se alejó de sus compañeros y subió a una pequeña pendiente que le permitió ver con cierta dificultad el centro del nido. La madre estaba desprotegida, y de ella salían más gusanos de manera constante. Tomó entonces la decisión de rodear el campo de batalla y situarse cerca de la madre sin que nadie lo notara. A una poca distancia de ella, le lanzó una granada que logró impactarle directamente. En ese momento, como obcecados por la rabia, los gusanos que luchaban contra los gólems se dieron la vuelta y se arrastraron en dirección a Kaledram, lo que le permitió a la fuerza enana romper la línea de ataque enemiga. Kaledram huyó de sus perseguidores todo lo que pudo, pero al final acabó siendo cazado y asesinado. Sin embargo, gracias a su sacrificio los enanos pudieron cargar directamente con la madre y acabar con ella, salvando a la aldea de su inevitable destrucción.