Tardaron dos días hasta encontrar a su presa, pero al fin la hallaron en aquel terreno árido lleno de desniveles en el terreno. Situados ambos lejos de la gran serpiente, Kaldeim hizo un gesto a su compañero para que volase hacia el cielo. El dragón remontó entonces las alturas hasta perderse en ellas. Kaldeim bajó de la pequeña colina en la que estaba situado para emprender la carrera hacia Bergein, la enorme serpiente que reportaba una gran suma de oro si ésta era cazada. Llevaba semanas atormentando a los pueblos de alrededor con sus continuos ataques, los cuales destruían numerosas cosechas y edificaciones. Kaldeim era un experto cazador, y junto a su dragón Valdeim, decidieron dar caza a la bestia.

Cuando Kaldeim llegó a la altura de la serpiente, detuvo en seco la carrera y lanzó con fuerza el hacha que sujetaba apuntando al rostro de su enemigo. El hacha voló desprendiendo un aura blanquecina que logró impactar con el rostro de la bestia, para después realizar una circunferencia y volver hasta la mano de Kaldeim. Seguidamente, llevó su mano a la boca y profirió un gran silbido que se escuchó por todo el lugar. La serpiente se mostró furiosa ante aquel ataque y su atención se fijó en el cazador. Cuando se acercó a él y estuvo a punto de embestirle con su gran cabeza, Valdeim bajó de los cielos en picado como si fuese un águila y aplastó con sus garras a su presa. La serpiente, de duras escamas, apenas recibió un roce de aquel ataque, pero quedó apresada en las garras del dragón, lo que la hizo revolverse para intentar evadirse de su captor. Ejerciendo una fuerza descomunal, la serpiente logró zafarse de Valdeim y consiguió enraizarlo con su cuerpo, sometiéndole a una gran presión.

Kaldeim maldijo para sus adentros y decidió tomar distancia para poder ayudar a su compañero. De su cinturón agarró el cuerno. Las runas que había dibujadas en él comenzaron a iluminarse, generando una conexión con Valdeim. El dragón sufría cada segundo que pasaba con la constricción de la serpiente, pero como si supiese lo que iba a suceder a continuación, mantuvo la calma. Kaldeim, una vez alejado lo suficiente del enfrentamiento, hizo sonar el cuerno. Como si un poder latente hubiese estado aletargado en el interior de Valdeim, de sus escamas dragontinas comenzaron a emerger llamas que pronto le rodearon por completo. La serpiente pudo aguantar las quemaduras gracias a sus escamas, pero no pudo evitar ser vencida ante la explosión de fuego que Valdeim produjo momentos después.

La serpiente tomó distancia de su adversario, temiendo ser calcinada ante aquel ataque. Kaldeim aprovechó entonces ese espacio de tiempo para realizar una pose de meditación, creando una serie de runas que le recorrían del brazo hasta la cabeza. Valdeim seguidamente se colocó en posición cuadrúpeda y abrió las fauces, cargándolas de llamas de color carmesí para proyectarlas hacia su presa. La serpiente pudo esquivar el primer proyectil con su agilidad, así como el segundo y el tercero, pero la continua andanada de ataques que lanzaba su enemigo hizo que no pudiese esquivar el cuarto, impactándole en todo su rostro. Las llamas se quedaron adheridas al cuerpo de la bestia y ésta cayó en seco tras el golpe. El fuego pronto se extendió por todo su cuerpo hasta calcinarlo y dejando sólo su esqueleto.

Kaldeim no era únicamente el amo de Valdeim. Eran seres unidos por un vínculo que los ató tras su nacimiento. Mientras ellos dos estuviesen juntos, ningún adversario era rival para ellos.